Lo que aprendí de Donald Trump
- Jaime Lokier
- 3 jul 2015
- 2 Min. de lectura
Como líder y sobre todo como capacitador de líderes uno siempre tiene que buscar nueva información, nuevas fuentes y claro, nuevas personas de quien aprender. En esa interminable búsqueda, llegué esta semana a aprender más de lo que hubiese imaginado de la persona menos esperada... El controversial Donald "Cara de pato, pelo de ALF" Trump.
Primero lo primero (Aunque no es de lo que todos hablan, eso lo dejamos para el final): Donald Trump tiene más millones que el 99.9% de la población y más fama que el 99.9% de los millonarios, así que, para aquellos que nos gustan los millones y la fama, seguro encontraremos varias cosas que imitarle.
En mi humilde opinión, no eligiría a Trump para aprender de negocios y dinero, pues hay muchos mejores que él. Pero en cuanto a la fama... En cuanto a la marca que ha construído alrededor de su nombre, sinceramente hay que admitir que raya en lo genial... Ni la gente que es 100 veces más rica que él ha logrado posicionar su imagen y su nombre como lo ha hecho la voz detrás del "You´re Fired". ¿Y cómo lo hizo? Siendo extremadamente auténtico, con las cosas adorables y también con las odiosas. Trump es Trump y es fiel a su forma de ser, le guste a quien le guste. Cualquiera pensaría que su horrible peinado, su megalomanía, su ego insufrible o su forma de hablar como si estuviera todo el tiempo haciendo muecas a un bebé le jugarían en contra, ¡pero no, al contrario!... Eso, sumado también a su genialidad en los negocios, sus enormes obras de caridad y su eterna lucha por conservar el espíritu americano lo hacen un personaje muy interesante. Es como en las películas, nadie soporta a los que son absolutamente buenos, ni tampoco a los que son totalmente malos. Los personajes más memorables son los que tienen un lado bueno y otro malo, uno perfecto y otro imperfecto... El interés mediático no lo generan los Ned Flanders, lo generan los Homero Simpson, los Whalter White, los Francis Underwood... y también los Donald Trump, siempre y cuando tengan muy clara su bandera y la defiendan a pesar de lo que opine la gente. Eso que les genera enemigos es lo mismo que les genera seguidores.
Pero hay una excepción a esa regla y esa la aprendimos esta semana. En el mundo real, fuera de las series de TV, hay un límite permitido, un borde que los líderes no deben cruzar... Hay una cosa que tu público no te perdonará: Que pierdas el respeto. Mel Gibson desapareció del mapa de Hollywood cuando insultó a los judíos. El CEO de Abercrombie perdió ventas hasta tener que renunciar por denigrar a los pobres y ahora Donald sabrá lo que es caer en el olvido por un simple error: Olvidar que su fama se la debe a su peculiar liderazgo (Pero liderazgo al fin). Hoy más que nunca ese liderazgo hay que ganarlo todos los días, porque la gente tiene la oportunidad de elegir a quien seguir y nadie quiere seguir a un racista.
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